Tomado de La Nación
Una lucha de poder amenaza al
gobierno
Por Natalia Tobón
PEKIN.- Ya se sabía que 2012 sería
un año de cambios en la segunda potencia global. En octubre próximo, en la
reunión anual del Partido Comunista (PCC), el presidente Hu Jintao abrirá el
juego a su sucesión después de 10 años de mandato, una década en la que China
creció como ninguna otra nación en la historia hasta amenazar ya el dominio
económico de Estados Unidos.
Lo que no se esperaba era que esa transición se
convirtiera, aun con siete meses de anticipación, en una lucha despiadada por
el poder dentro del corazón del régimen, que amenaza la estabilidad y la unidad
del gobierno comunista, dos pilares del boom económico.
China enfrenta hoy su mayor crisis política,
protagonizada por los reformistas, que buscan una mayor apertura económica y
política, y los neomaoístas, que proponen un regreso a un Estado omnipresente
y, según sus detractores, a una nueva Revolución Cultural.
Por ahora, el ala aperturista lleva la delantera en la
guerra por el poder, pero, para hacerlo, se vio forzada a destituir, hace unas
semanas y en medio de un thriller policial, al carismático Bo Xilai -estrella
del ala ultraconservadora- como miembro del Buró Político y líder de la
gigantesca metrópolis de Chongqing (ver aparte). Bo era candidato a asumir uno
de los nueve selectos puestos del Comité Permanente, el cuerpo colegiado que
toma todas las decisiones relevantes en China. Pero sus ideas maoístas y su
comportamiento irreverente se oponían al actual enfoque pragmático y desarrollista
del régimen.
Desde 1989, el gobierno chino pone la unidad por encima
de todo, bajo la firme convicción de que la externalización de las luchas
internas es una amenaza de desestabilización, tal y como ocurrió durante las
revueltas en Tiananmen. La caída de Bo mostró que los líderes chinos no están
dispuestos a continuar con alguien que actúa de forma individual más que como
miembro de un enorme ente, como es el PCCh.
Como nunca antes en la historia del comunismo, el
desplazamiento de Bo se hizo ante los ojos sorprendidos de millones de chinos,
que siguieron las intrigas del hasta hacía poco hermético PCCh por Internet.
El secretismo del régimen sirvió para crear un sinfín de
conjeturas. Así ocurrió con el supuesto golpe de Estado a manos del ala
conservadora del PCCh, que es tan sólo un rumor más en medio de un extraño
período de libertad de información política. Lo único real del
"golpe" fueron el cierre de 16 páginas de Internet y el arresto de
seis personas por atentar contra la seguridad pública.
La historia se inició con un informe digital que
aseguraba que el jefe de policía de Chongqing, Wang Lijun, había ofrecido
información privilegiada sobre el abuso de poder del líder comunista a cambio
de un asilo político en Estados Unidos. La noticia siguiente fue el retiro de
Bo, justo después de un discurso del primer ministro, Wen Jiabao, en contra de
las prácticas que recuerdan a la Revolución Cultural. Y Bo es, justamente, un
amante de aquella revolución, del control y de las prácticas maoístas.
Su caída -que varios grupos maoístas atribuyeron a un
complot norteamericano- sirvió para que se reanudara la discusión sobre la
necesidad de una reforma política en China. "Los eventos recientes dejan
una cosa clara: es hora de cambiar el sistema de gobierno en China", decía
un editorial de Caixin , la revista económica más prestigiosa del país.
El PCCh normalmente es una institución reservada. Pero
China vive hoy la rapidez de Internet y tiene una posición más prominente en el
mundo. Y aunque la censura en línea sea constante, el que la noticia de la
destitución de Bo fuera así de pública buscaba sentar un precedente que
comprobara puertas afuera el compromiso hacia una apertura, el apartamiento de
las políticas tradicionales controladoras y, por encima de todo, la estabilidad
de un partido que piensa como un colectivo.
De los nueve miembros del Comité Permanente del Buró
Político sólo quedarán dos: Xi Jinping, probable próximo presidente, y Li
Keqiang, actual viceprimer ministro y posible reemplazo de Wen Jiabao. La
nominación es aún misteriosa.
La carrera, esplendorosa y propagandística de Bo -que es,
probablemente, casi el primer político en China que hace campaña de forma
independiente en lugar de apelar al conjunto partidista-, lo había catapultado
a la fama. Su purga de la mafia en Chongqing había sido un ejemplo en el país.
Conocedor de las artimañas políticas, se había encargado
además de criticar a sus antecesores, incluido Wang Yang, actual líder comunista
de Guangzhou, otro de los posibles candidatos al Comité Permanente. Wang es un
protegido de la Liga de la Juventud Comunista -a la que también pertenece Hu-,
y hoy se convirtió en el ejemplo por seguir del ala reformista. Su solución al
conflicto de poderes en el pueblo rebelde de Wukan, donde se propuso una
votación democrática en lugar de una selección a dedo de sus líderes, es uno de
los caminos hacia donde el ala progresista china quiere apuntar.
En varias ocasiones, tanto Hu como Wan hablaron de la necesidad
de aplicar reformas políticas y legales a su país, contando a la democracia
como una herramienta útil -en casos específicos- para solucionar problemas
sociales.
Las reformas
Las acciones irreverentes de Bo, unidas a su efervescente
pasión por un regreso al maoísmo y al férreo control estatal, parecen haber
puesto en alerta al ala reformista. "Su forma de hacer campaña
abiertamente para ganar poder y su uso de los medios para movilizar el apoyo
popular rompían con la fachada de unidad en la cúpula del partido", señaló
Susan Shirk, profesora de la Universidad de California y alta funcionaria
durante el gobierno de Bill Clinton.
El ascenso de Bo, miembro de la facción de
"principitos" junto a Xi Jinping, por ser delfines comunistas y de
tono conservador, hubiese jaqueado las acciones de la Liga de la Juventud
Comunista, de tono reformista.
Las purgas a un alto nivel político no han sido comunes
en la historia reciente. Las decisiones tomadas frente a las protestas
estudiantiles en Tiananmen dejaron como resultado renuncias, destituciones y
arrestos domiciliarios a políticos del ala progresista comunista. Pero,
después, sólo dos de los 24 miembros del Buró Político fueron destituidos en
las últimas dos décadas, en ambos casos por corrupción.
Luego del desplazamiento de Bo, la sociedad china se
volcó hacia la red en la búsqueda de verdades. Las autoridades aún no dieron
detalles de la purga, sobre la fuga y posterior desaparición del escenario de
su lugarteniente Wang Lijun y otros incidentes.
Las declaraciones de Wen Jiabao después de la destitución
de Bo alimentaron las esperanzas de que estas reformas incluso podrían comenzar
antes de la transición. Pero, al final, esta responsabilidad recaerá sobre los
hombros de Xi Jinping y Li Keqiang. "Aunque algunos quisieran que Xi
acelere las reformas, tanto políticas como económicas, probablemente lo hará
lentamente. La estabilidad seguirá siendo la prioridad de China", escribió
el estratega político Robert Kuhn, quien asesoró a Xi durante su reciente viaje
a Estados Unidos, en el International Herald Tribune.
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