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Los pequeños suelen
desobedecer a sus padres porque de esa manera llaman su atención y se sienten
importantes, aunque no siempre. A menudo es solo su forma de descubrir hasta
dónde llegan las reglas
El pequeño Luis grita, llora, patalea, amenaza con romper
las cosas. Se enfada con sus padres y tiene rabietas continuamente. Aunque en
el colegio se comporta bien, en casa sistemáticamente desobedece a sus mayores.
Sus padres ya no saben qué hacer.
“Muchas familias afrontan en sus hogares situaciones
similares, que a veces conducen a alguno de los padres o a ambos a acudir al
psicólogo, no sólo para pedirle consejo para resolver la situación, sino para
aliviar el estrés que les ocasiona”, señala Rocío
A. Peña, experta en pedagogía holística e impulsora del curso-taller ‘Escuela
para Padres’.
Según Peña, “la desobediencia a menudo es parte del
proceso de crecimiento del niño, que atraviesa etapas en las que desafía y
contraría a sus padres, y tiene conflictos con ellos en su camino para ir
ganando más independencia. Al desobedecerles, los niños van descubriendo y
probando los límites de las reglas y el auto control parentales”.
“Algunas veces, estos conflictos son demasiado frecuentes
y generan un problema en la relación padres-hijos. Cuando el pequeño desobedece
durante mucho tiempo, no manifiesta ganas de colaborar ni dialogar y se muestra
muy hostil hacia sus padres u otras personas, es probable que haya un conflicto
o problema familiar de fondo”, señala la experta.
De acuerdo a una investigación conjunta de las
universidades de California e Illinois (EE.UU.) y Ontario (Canadá) los niños de
entre 4 y 7 años acatan las órdenes según del tipo que sean.
No todas las órdenes son iguales
Según este estudio, se rebelan contra aquellas normas que
se entrometen en su dominio personal, como las decisiones sobre la
indumentaria, las amistades o el ocio y las expresiones del tipo “no deberías
jugar con ese niño”, “no quiero que lleves esos pantalones” o “no puedes
participar en ese juego”.
En cambio, no tienden a desobedecer las instrucciones
relacionadas con la moral, como “no se debe mentir, golpear o robar”, que
suelen acatar con beneplácito.
“Los niños hacen distinciones importantes entre los
distintos tipos de normas, al razonar sobre sus decisiones y emociones”, ha
señalado Kristin Hansen, profesora de Psicología de la Universidad de
California, quien dirigió el estudio y considera importante que los pequeños
tengan cierto grado de decisión en sus asuntos más personales para fomentar su
identidad propia.
De acuerdo a una investigación de las universidades
de California, Illinois y Ontario, los niños de entre 4 y 7 años tienden a
desobedecer las órdenes que se entrometen en su dominio personal, mientras que
acatan las de índole moral
“No siempre la negativa de un niño a hacer una cosa
implica que sea desobediente”, señala la psicóloga infantil, Catalina Bríñez,
del Centro Médico USP Fuengirola, quien sostiene que “muchos padres creen que
sus hijos están forjando una actitud desobediente sin ser conscientes de que
ellos mismos están manteniendo dicha conducta”.
Según Bríñez, existen cuatro síntomas que pueden alertar
de un comportamiento desobediente en un niño: “retrasar el tiempo en realizar
algo concreto que se le ha pedido, no interrumpir una actividad que está
realizando pese a que se le ha pedido que la deje, abandonar conductas que han
sido establecidas como norma o ejercer comportamientos que se le han
prohibido”.
En cambio, la psicóloga advierte que “no podemos acusar
de desobediente a un niño cuando se le dan normas incompatibles (el padre dice
una cosa y la madre otra), se le pide que haga varias cosas a la vez, o los
padres lo invitamos a romper una norma establecida previamente por ellos
mismos”.
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