
El llevarse las manos a la cabeza,
exclamar simplemente: ¡Qué barbaridad! y apelar al derecho de los niños de no
ser explotados y de recibir una educación, no es un aporte para la solución de
este y de otros muchos problemas de la niñez. Los problemas siempre tienen unas
causas, y sin investigar ni profundizar en ellas no pueden existir soluciones.
Si analizamos las circunstancias en las
que suceden estas situaciones, observaremos muchas coincidencias: Normalmente
suceden en países subdesarrollados, y también en los desarrollados, pero por
parte de grupos étnicos minoritarios culturalmente subdesarrollados. Suceden en
medios de pobreza y marginalidad; suceden en los medios donde las tasas de
fecundidad son mayores; suceden donde la educación alcanza sus niveles más
bajos.
¿Es un problema de valores? Es que no se valora a los niños
como merecen por su propia condición, y por representar el futuro de las sociedades?
Por supuesto que es un problema de
valores, pero es que en las condiciones mencionadas sólo puede existir un
valor: la supervivencia diaria. La educación no puede ser un valor, al
contrario; puede ser una inversión para mañana, pero es un obstáculo para la
supervivencia de hoy, y en estas condiciones, la persona no piensa en su
futuro; mucho menos en el de las sociedades.
La responsabilidad en la paternidad es
un problema educativo, y si la educación no es valor, tampoco lo es dicha
responsabilidad, y, como consecuencia, la fecundidad es alta. También es la
educación la que estimula la conciencia del valor intrínseco del ser humano.
Como todo en la vida vale tanto más
cuanto más cuesta, y tanto menos cuanto mayor cantidad hay, en estas
condiciones de lucha por la supervivencia hay pocas cosas que cuesten poco, y
una de ellas es traer hijos al mundo; lo que cuesta más es sacarlos adelante en
condiciones aceptables de dignidad y posibilidad de integración armónica a la
sociedad, más cuando eso implica educación y supone obstáculo para la
supervivencia.
Por todo ello, en esas condiciones no es
difícil entender que el mayor valor que pueda tener un niño sea como
instrumento que puede ayudar a la supervivencia diaria, de la forma que sea.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
Titulaciones en
Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia
de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi actividad
profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones
fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la
segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación
nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la
conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional
estigma. Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar
acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente
he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas,
Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o
Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de
U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo
acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la
Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el
campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde
compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La tecnología
actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y
teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del
mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente
aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en
ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos.
Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.
Trato de
orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la
asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos,
porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más
convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su
vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el
ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo
adulto o se independizó, e incluso después. Estoy absolutamente convencida del
rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el
futuro.
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