Tomado de RFI
Por Jesús Moreno Abad
Los últimos sondeos acercan al líder de la oposición, José Serra, a sólo cuatro puntos de la candidata de Lula. Hace dos semanas la candidatura del Partido de los Trabajadores se impuso por 14 puntos de diferencia en la primera vuelta electoral. El apoyo tácito que dé la tercera fuerza política, el Partido Verde de Marina Silva, será clave para alcanzar la Presidencia.
Los últimos sondeos aparecidos en Brasil que intentan, cual oráculos, vaticinar lo que ocurrirá en la segunda vuelta de las elecciones a la Presidencia arrojan una tendencia sorprendente: el aspirante opositor, el socialdemócrata José Serra, comienza a morderle los tobillos a Dilma Rousseff, candidata del Partido de los Trabajadores (PT), actualmente en el poder.
A dos semanas de que ambos se enfrenten directamente en las urnas, Serra se sitúa a seis puntos de Rousseff, según la encuesta del Instituto Brasileño de Opinión Pública (IBOPE) y a tan sólo cuatro, según otro sondeo de Sensus. Hace un mes, entre los dos mediaba un abismo de 20 puntos porcentuales en intención de voto y, aunque nadie en Brasil se atreve a decir que Serra tiene opciones de ganar, muchos se preguntan ya que pasaría si la campaña electoral durase más tiempo.
En la primera vuelta de las elecciones, celebradas a principios de octubre, de lo único que se hablaba en los mentideros políticos y en los medios de comunicación brasileños era de si Rousseff alcanzaría más del 50% de los sufragios, límite necesario para evitar un cara a cara con la segunda candidatura más votada. No lo logró, y el optimismo que imperaba en su partido se torna en prudencia por momentos.
El recuento de esos comicios arrojó una victoria importante para el PT, con el 46,56% de los votos, frente al 32,74% obtenido por Partido de la Socialdemocracia Brasileña de Serra y el 19,51% de apoyo que obtuvo Marina Silva, líder del Partido Verde.
El arranque de la campaña del gobernador de São Paulo fue verdaderamente desastroso y plagado de errores. Muchos le vaticinaban una derrota humillante. Incapaz de transmitir optimismo a un país que se siente fuerte y avanza con paso decidido a su futuro como potencia mundial, Serra no quiso enfrentarse a la figura emblemática de uno de los presidentes más respetados de Brasil, que se retira del poder con un 78% de apoyo popular.
La intención de Serra, de 68 años, fue presentarse como el más fiel heredero de la política de Inacio Lula da Silva, por encima incluso de la candidata del PT. Así, su primer lema en campaña fue “Brasil puede más”, dejando entrever que no había margen para criticar la gestión del presidente saliente, y en los espacios publicitarios en televisión llegó a emplear la imagen de Lula junto a la suya.
Ahora, el viento no le sopla tan en contra. Ha pasado al ataque. Si los sondeos aciertan –otro realizado por Vox Populi cifra la diferencia entre los dos en 9 puntos-, en menos de 15 días Serrá ha recortado aproximadamente a la mitad esos 14 puntos que le separan de Dilma Rousseff y de la Presidencia. Y dispone de un tiempo similar para recorrer la misma distancia.
El aborto como punta de lanza contra Rousseff
El cómplice eslogan de Serra ha mutado en otro más rupturista: “Es hora del cambio”. No sólo es cuestión de publicidad, ha apostado por un discurso más beligerante. Así, estos días ya no intenta adelantar a Rousseff por la izquierda y ha apostado por hacerlo por la derecha: se ha lanzado a por el voto católico.
La cuestión del aborto se ha impuesto en la agenda de campaña de un país fervorosamente religioso, y Serra se ha aprovechado de las especulaciones que apuntan a que Rousseff apuesta por legalizar su práctica. Serra ha pasado de incluir el aborto como una cuestión de salud pública, cuando era ministro de Salud en el Gobierno de Enrique Cardoso, a considerar que legalizarlo sería “una carnicería”.
La bendición de Silva será clave: cita para el domingo
Rousseff ya se ha apresurado a declararse contraria al aborto. Según predican numerosos analistas brasileños, este tema fue uno de los principales conductos que propició el trasvase de votos de la candidata de Lula al Partido Verde de Marina Silva, ex ministra de Medio Ambiente que pertenece a la Iglesia Evangelista y que se mostró rotundamente en contra de las interrupciones voluntarias del embarazo. Sea como fuere, el 20% de los votos que obtuvo Silva en la primera vuelta electoral fue un resultado tan sorprendente como relevante. De la recomendación que haga a sus votantes puede depender la Presidencia de Brasil.
Silva se deja querer y se mantiene enigmática. Ha anunciado que su formación decidirá en una convención, que se celebrará el 17 de octubre, si apoya a la aspirante del Partido de los Trabajadores o al del Partido de la Social Democracia Brasileña. Sólo advierte una cosa: puede haber una división importante en su partido.
"La convención no es para definir una alianza, sino para definir la posición, de hecho hay una corriente muy fuerte que apuesta por la no alianza", destacó por su parte el coordinador de la campaña electoral de Silva, Joao Paulo Capobianco.
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