domingo, 1 de abril de 2012

Las Malvinas 30 años después de la guerra


Tomado de La Nación

Las banderas británicas y de las islas se veían ayer a cada paso en la calle principal de la capital del archipiélago.

El 2 de Abril se cumplen 30 años de la guerra de Las Malvinas

Por Nicolás Balinotti

PUERTO ARGENTINO.- A diferencia de hace 30 años, no habrá mañana un desembarco de soldados argentinos en las islas. Tampoco irrumpirá una delegación de ex combatientes de la guerra de 1982. Ayer, del vuelo de LAN 991 apenas bajó un veterano de la Fuerza Aérea que, durante el conflicto, voló un Hércules que surcaba el aire yendo y viniendo de Comodoro Rivadavia y Río Gallegos para abastecer de víveres y armas a los soldados.

Tal vez a ninguno de los otros 56 pasajeros se le arrugó tanto el corazón como al suboficial (R) Juan Carlos Luján, un experimentado de los aires de 70 años y con más de 15.000 horas de vuelo. Ayer pisó las Malvinas por segunda vez desde que finalizó la guerra. Ya lo había hecho en 2000, cuando bajó de un crucero turístico.

Para los isleños, el 2 de abril es una fecha funesta. La recuerdan como el "día de la invasión" e intentan que pase rápidamente. Creyendo que llegarían decenas de argentinos, vistieron ayer sus casas y autos con banderas inglesas y de las Malvinas. El frío y una tenue llovizna los empujaron a refugiarse en sus casas. Salvo a los más jóvenes, que amontonaban botellas de cerveza vacías en la barra de los bares hasta que la cogorza no los dejaba mantenerse en pie.

En el trato con el hombre cualquiera, uno percibe desconfianza y cierta intolerancia con la visita. La mayoría dedica miradas hostiles u observa con sospecha. Son pocos los lugareños amigables ante el primer apretón de manos. Ni siquiera en The Globe Tavern, en la solitaria calle Crozier, las imágenes del partido de River con Ferro en una pantalla gigante pudieron distender la atmósfera.

La tensión ya había quedado al descubierto desde antes de bajar del avión. "Señores pasajeros, estamos por aterrizar en la ciudad de Mount Pleasant, por favor regresen a sus asientos." La voz monótona del comisario de a bordo de LAN evitó mencionar a las islas ni como Malvinas ni como Falklands. "Es por decisión de la empresa, para evitar herir susceptibilidades", dijo.

Después de la consulta de LA NACION al azafato, un isleño giró su cabeza y fulminó a los cronistas argentinos con la mirada. "Si nadie los invitó a la fiesta, es probable que no sean bien recibidos. Esas preguntas son de mal gusto", se molestó Willis, un malvinense que huyó con su familia a los suburbios de la isla cuando las tropas argentinas conquistaron Puerto Argentino.

Sentada en la fila tres de la clase turista, Ellis Sally trató de ser algo más gentil. "No nos gusta que se muestren banderas, que nos provoquen. Queremos vivir tranquilos y vivir con lo que tenemos", intentó mediar la isleña, nacida aquí hace 40 años y con una infancia breve en Córdoba, empujada por el conflicto bélico de 1982.

Una hora y media antes, en la escala obligatoria en la ciudad de Punta Arenas, un empleado de LAN hizo un papelón ante la consulta de un pasajero. "Mount Pleasant city, ¿dónde es?", preguntó un hombre con apariencia de sudamericano. "Es una zona internacional", respondió el operador, detrás del mostrador de la línea aérea chilena, que anunció el vuelo a las islas Malvinas como un destino doméstico.


Los isleños no dudan de su nacionalidad inglesa

Ya a punto de llegar, el soplido del viento hizo que el avión diera dos bandazos y una sacudida hasta que asomó la trompa entre la neblina y se divisó la primera imagen de las Malvinas: la pista de aterrizaje de Mount Pleasant, la base militar donde habitan unos 2000 soldados británicos, más de la mitad de la población total de las islas.

En Mount Pleasant (monte agradable) uno no se siente protegido por la uniforme impersonalidad que convierte a todos los aeropuertos del mundo en territorio neutral. Aquí no hay free shops ni taxis, y mucho menos pasajeros en tránsito. Sólo hay soldados de mirada de acero y advertencias para el visitante. Mucho más si éste es argentino. "Agitar una bandera argentina en cualquier lugar de las islas Falkland podría causar alarma y angustia", se lee en la carta que entregan las autoridades de migración después de sellar el pasaporte con el dibujo de un pingüino y garabatear con lapicera azul el tiempo permitido de estada en este rincón del Atlántico Sur.

Una vez al mes, el vuelo semanal de LAN que aterriza en las islas Malvinas hace escala en Río Gallegos. Para los argentinos, esta alternativa es mucho más económica y accesible que viajar a través de Santiago de Chile, vía en la que el pasaje de ida y vuelta podría costar casi el doble que un boleto a precio de remate desde Ezeiza al corazón de Europa. Esta podría ser una de las razones sobre la ausencia de los ex combatientes argentinos para rendirles homenaje a los 649 soldados que murieron aquí hace 30 años.

Puerto Argentino descansa sobre las gélidas costas del Atlántico Sur. En las islas Malvinas viven unas 3000 personas. Ayer, el Penguin News, el único periódico local, tituló con entusiasmo que una comitiva de empresarios de Uruguay los visitará para tender un nuevo puente comercial con el continente. La noticia fue celebrada entre los lugareños.

No sucedió así cuando conocieron la oferta de tres vuelos semanales de Aerolíneas Argentinas que había ofrecido Cristina Kirchner desde un atril. "Con ustedes no queremos saber nada", cortó en seco Willis, el isleño que se disgustó por las preguntas de los argentinos durante el vuelo de LAN.

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