
Beijing, China.- Recientemente trascendió que China sobrepasó a Japón y ahora es la segunda economía más importante del mundo. La noticia por supuesto es relevante, pero en mi caso se juntó con una lectura que estaba haciendo justo en la mañana, que hablaba de la historia china.
Es impresionante saber que hace apenas 50 años, este país tuvo la peor hambruna que ha conocido la humanidad, murieron ¡40 millones de chinos en sólo 3 años!. Y sólo hace 40 terminó la desastrosa revolución cultural que acabó con la educación y aterrorizó a la población durante una década. (Por cierto, y nosotros los mexicanos, ¿qué logro vamos a celebrar después de 100 años de “paz” desde la Revolución?)
Cuando vinculo esa noticia con mi lectura al respecto, no puedo sino admirar a este pueblo que ha trabajado con fuerza y disciplina para levantarse de las cenizas y construir el país en el que quieren vivir en el futuro. “The Chinese have broken away from the self-perception of being a poor and disadvantaged nation victimized by a Century or war, political turmoil, an economic privation, and after decades of feeling like second- class citizens, they are ascendant on the world scene”. (Allen, Lawrence. Chocolate Fortunes. Amacom. New York, 2010. Pág. 19)
Y la modernidad se ve, aunque definitivamente no ha llegado a todos, ni a todos los ámbitos. La veo en los impresionantes edificios que visten cada calle, en las anchas avenidas, en los pasos a desnivel, en los espacios públicos totalmente arbolados, en su esfuerzo por conservar los sitios con valor histórico, la cantidad de parques y lagos perfectamente cuidados que adornan la ciudad, incluso en sus centros comerciales y en sus zonas de negocios.
Aquí en Beijing, el espacio común es normalmente muy amplio, ordenado y estético, rodeado de naturaleza. La gente sale a las calles y las toma como si fuera su casa: duermen, comen, leen, hablan por teléfono y se divierten en estas áreas. Tal vez por eso están diseñadas para albergar a mucha gente.
El contraste son las áreas privadas, los espacios donde efectivamente viven los que construyen la modernidad. Si nos vamos a la parte más castigada de la ciudad, nos topamos con los llamados “hutongs”, pequeñas vecindades tradicionales, a veces sin servicios básicos, donde en un cuarto o dos vive toda una familia (que incluye a los abuelos, los tíos, los nietos y más…). Son laberintos estrechos que albergan más gente de la que a simple vista podemos pensar.
El chino común vive en grandes zonas habitacionales llenas de altos edificios multifamiliares, en departamentos que a veces no superan los 25 metros cuadrados. Un cuarto, un baño, una pequeña cocina y un espacio que hace las veces de sala, comedor y cuarto de televisión. Y, a pesar de que estamos en un país comunista, también hay chinos que viven a todo lujo en casas o departamentos amplios, coches, relojes, viajes, etc.
Como extranjero, a veces uno piensa que venimos a enseñarle “el mundo” a los chinos, pero cuando uno llega aquí y ve en lo que se están convirtiendo, llega a la conclusión de que quizás “el mundo” no es el que nosotros tenemos, sino el que ellos están construyendo.
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